Aproximación a Medialab-Prado: Carolina del Olmo

Mi experiencia de primera mano en el MLP ha sido muy escasa, la verdad sea dicha. Agradezco que se me haya invitado varias veces a tomar parte en diversas actividades, y aprovecho para disculparme una vez más por haber dicho que no en tantas ocasiones. Como visitante, tampoco he sido muy asidua que digamos. Como he podido comprobar en mis propias carnes, a un cierto número de personas que trabajamos en la industria cultural nos ocurre que desarrollamos una especie de fobia por las actividades culturales de cualquier tipo. Sin embargo, y aunque pueda parecer contradictorio, me sigue interesando la producción cultural e intento seguirla a distancia, de ahí que no se me caiga la cara de vergüenza al aceptar hablar sobre MLP. Y reflexionando sobre su programación descubro que lo que más valoro es, al mismo tiempo, lo que más deploro: los temas que estructuran buena parte de las actividades (me refiero fundamentalmente a las más teóricas y menos tecnológicas) son temas que me interesan personalmente –propiedad intelectual, ciudad, espacio público, políticas culturales…– y que, hasta donde sé, preocupan también a lo que se suele llamar movimientos sociales. Ahora bien: me temo que precisamente en la elección de estos temas –y, quizá aún más, en la forma de plantearlos y desarrollarlos que vislumbro en la programación de MLP– acecha un cierto peligro de parroquialismo: no dejamos de ser cuatro gatos los que estamos pendientes de estos asuntos y sospecho que somos siempre los mismos quienes andamos por aquí… En este sentido, el afán –digno de encomio– de programar siguiendo intereses colectivos, de contribuir a generar redes, de construir comunidad y demás objetivos que, si no me equivoco, forman parte del ideario de MLP, queda un tanto desdibujado.

¿Qué hacer, de cara al futuro, para ampliar el espectro de públicos, redes, colectivos interesados, participantes, etc.? No creo que haya una receta general válida para todos los campos de trabajo, ni que se trate de hacer concesiones a una cultura supuestamente popular que casi nunca lo es. Imagino que, en cada caso, habrá que tener buen cuidado de buscar conexiones posibles con otros ámbitos, otra gente, otros barrios –contribuir a contrarrestar la segregación y desigualdad espacial urbana que revela y afianza el emplazamiento de instalaciones culturales como esta no sería un mal objetivo–. También convendría, supongo, cuidar el lenguaje que se emplea procurando que resulte comprensible: muchas veces, a fuerza de repetir ciertos términos –gentrificación o procomún, por poner un par de ejemplos–, los creemos ya  bien establecidos e inmediatamente comprensibles, cuando lo cierto es que forman parte de una jerga especializada que ahuyenta a los no iniciados. Quizá también podría funcionar como estrategia buscar contactos con las instituciones educativas: institutos, centros de FP, universidades…

Para terminar, una de cal y otra de arena: valoro la construcción de un buen archivo, accesible y disponible para su consulta y uso de todos los contenidos generados (un objetivo que, por más que MLP cumpla, siempre se puede desarrollar más y mejor), mientras que deploro (me temo, que atrevidamente, dada mi nula formación en asuntos técnicos) cierto fetichismo tecnológico que parece perder de vista que una sandez sigue siendo una sandez por complejo que sea su revestimiento tecnológico.

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#grupo_trabajo #invitado #pensando_haciendo_MP