Pase lo que pase, que merezca la pena

Al recibir la invitación a participar como mentora en Villaverde Experimenta me he puesto a pensar qué actitudes y cualidades se esperan de una buena mentoría, con la esperanza de disponer de algunas de ellas. 
No he atinado a echar mano de ningún decálogo de recomendaciones ya preformateado. Pero he empezado a recordar a tantas y tantas personas que, durante tanto tiempo y sobre todo de modo informal, han mentorizado mi vida y mis proyectos, y especialmente mi cooperativa de trabajo asociado: aquellas que me mostraron la potencia de unir cualquier cosa técnica con un proceso social, o las que me introdujeron en tecnologías emergentes, o las que me presentaron a alguien que luego demandó algún trabajo... 
También he revivido las circunstancias en las que el duro filo de la realidad se clavó en el corazón de mi cooperativa. Cuando toda mentoría, cuando toda recomendación objetiva y razonada, terminaba en un único punto: tu cooperativa da pérdidas, deberías cerrarla. Un consejo razonable que sin embargo no puedes seguir, sencillamente porque el fracaso es demasiado doloroso. Y prefieres taparte los ojos y los oídos y tirar de coraje, apoyándote en los sacrificios personales de las compañeras.
Se dice, y yo repito, que se aprende más de los errores que de los aciertos. Los errores arrojan mucha luz. Son espejos que reflejan con tozudez insobornable y despiadada lo que no va bien, lo que todavía no consigue funcionar, lo que no marcha... 
En cualquier laboratorio, como lo va a ser Villaverde Experimenta, es de esperar que los errores campen a sus anchas. Precisamente para eso se prototipa: para que los errores se muestren lo antes posible, cuando la reconducción del proyecto todavía es poca costosa. Pero, para que los errores sean gozosos y no dolorosos, tiene que haber algo que los sostenga, que no los deje caer por el desagüe de lo inservible. Esperemos que Villaverde Experimenta ofrezca ese sostén.
Como mentora, quisiera contribuir a crear un ambiente y un proceso de trabajo en el que el descubrimiento de los errores no derive en fracasos dolorosos. Y creo que tengo alguna de las claves para conseguirlo: mantener y alimentar, sin fin, el sentido que vincule tu proyecto a algo más ancho, más alto, más profundo... Algo que estará siempre ahí, mereciendo la pena, pase lo que pase con tu proyecto.
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