Estética y política del procomún: cuarta sesión

Desde las 21:00 hasta 02:00 el 29/04/2010

 

Texto propuesto para el debate (descargar en pdf)

En un examen del procomún bajo la perspectiva de la tríada repertorio-disposición-paisaje, cabe preguntarse cómo el individuo se ve afectado y hace uso de un repertorio (lo instituido), pero también cómo ese mismo individuo puede reaccionar frente a un repertorio, aspirando incluso a modificarlo (capacidad instituyente), todo ello sin olvidar que ese proceso lleva a su vez aparejado un más que posible cambio de paisaje.

En esa contextura nuestra hipótesis es que un procomún rico es aquél que permite una articulación (sin defectos pero tampoco sin excesos) del aparato repertorial que lo constituye, esto es, aquél que posibilita una elucidación generativa de lo normativo tan sólo limitada por el conjunto de competencias del individuo y las condiciones de contorno, contexto o paisaje que alberga al individuo. Ahora bien, la simplificación metodológica que barajamos encierra una enorme complejidad en la medida que las tres coordenadas de nuestro programa no son independientes, sino que existe una correlación entre ellas que obliga a considerarlas como un todo, como un sistema y no como partes independientes. Así, el análisis del repertorio de un procomún nos informa sobre el tipo de competencias que vamos a encontrar, del mismo modo que el tipo de destrezas, de virtudes, de aptitudes o capacidades individuales nos lleva al marco de posibilidades alumbrado por el repertorio ligado a nuestro procomún.  Aún más, el contraste que realza una u otra virtud, que significa una u otra capacidad y que señala el qué y hasta el cómo de un repertorio no es sino el paisaje, telón de fondo que no es mero ornato sino basamento con-formante de la pareja repertorio-disposicional.

Tal y como queda referido en el concepto de imaginario colectivo de Lizcano[1],   vemos, tocamos, olemos, oímos y degustamos bajo, contra y hacia un paisaje,  sobre, con y según un repertorio, desde, mediante y  tras nuestras competencias o inteligencias específicas.  Lejos de cualquier planteamiento reduccionista, hemos de asumir en toda su complejidad el carácter sistémico del  (hiper-)espacio proyectado por la conjunción de un repertorio, unas disposiciones y un paisaje. Dictaminar cuál de los tres vértices de nuestro triángulo es más significativo no es sólo una tarea difícil, sino más bien una labor de objetivo ilusorio. Al profundizar en cualquiera de nuestras dimensiones metodológicas descubrimos, como diría Baltasar Gracián, un Jano de tres caras[2].  La respuesta a cualquiera de nuestras preguntas vuelve a ser una pregunta, es más, es parte de la pregunta de inicio,  algo que nos afecta como investigadores del procomún, pero también como pertenecientes a un cierto procomún (o imaginario colectivo, según Lizcano). Esta circularidad, el hecho de que cualquier respuesta esté contenida en su pregunta[3] nos plantea una gran duda referente a la autonomía individual, en cuanto potencia de innovación y/o improvisación. Dicho de otra forma, si todo cuanto hacemos de un modo u otro está de inicio contenido en el procomún, se podría pensar que no hay cabida para lo original, menos aún para lo espontáneo: la creatividad queda sin patria.

Pues bien, a este respecto hemos de dar cuenta de lo que ha sido la historia de la ciencia, del derecho, de la estética, etc. Es bien cierto que en potencia todo lo innovado estaba ya en el procomún que lo acoge, pero al mismo tiempo también es cierto que precisamente por estar en él procomún puede ser re-conocido como algo nuevo o improvisado, según el caso. Cualquier nueva aportación efectuada por un individuo es aceptada como re-codificación y no como repetición.  Y es que la creatividad no es sino la actualización o elucidación generativa de un repertorio en consonancia con unas disposiciones y en sintonía con un paisaje. Al innovar y al improvisar estamos actualizando potencias de nuestro procomún, lo que indefectiblemente supone un cambio en una o varias de las caras de nuestro trifaz Jano.

La demostración del hecho y esperanza que supone lo creativo lo podríamos abordar, tal y como acabamos de mencionar, en muy diversos frentes. No obstante, el tipo de conclusiones que podemos sacar en cualquier área es de índole transversal, lo que nos permite estudiar la totalidad del problema en base a una de las posibles concreciones del procomún. En la medida que pretendemos analizar las posibilidades de ser innovador, parece que el jazz es un campo más que propicio, pues tradicionalmente se ha entendido que la improvisación es su carta de presentación.

Nuestro estudio del jazz va a estar dirigido a analizar su solvencia como vehículo de improvisación, y va  a constar de cinco fases. En primer lugar, examinaremos sucintamente cómo el sentido del ritmo, y  la lucha por encontrar un espacio propio por parte del colectivo afro-americano llevaron a la configuración de un procomún singular, el del jazz. Tras ello discutiremos el carácter comunitario de la improvisación, remarcando que lo innovado sólo tiene sentido si existe aceptación y re-conocimiento por parte de un receptor. La necesidad de validación es, no obstante, de índole no estática y su dinámica reposa en una autonomía que habilita la actualización de capacidades individuales a través de una tradición (repertorio), desde, pese y hacia un cierto contexto histórico-social (paisaje).  Esta cuarta parte de nuestro examen podría llevar a concluir que un procomún, en nuestro caso el jazz, es algo cerrado en sí mismo y, en consecuencia, que no es factible establecer puentes de entendimiento con otros procomunes. Sin embargo, una característica intrínseca de los procomunes sustentados en una actualización de lo repertorial como elucidación generativa, es su capacidad para aprehender la urdimbre dinámica de un procomún, esto es, para captar lo implícito y trazar nuevos lazos  comprehensivos que, en último término, habilitan la transformación del procomún en pro-común. Este es el cometido asignado a la quinta etapa de nuestro estudio del jazz, último punto antes de las conclusiones en las que se sintetizará nuestra toma de contacto con las implicaciones e implicaturas de la improvisación.


[1] Emmánuel Lizcano, "Imaginario Colectivo Y Análisis Metafórico," in Primer Congreso Internacional de Estudios sobre Imaginario y Horizontes Culturales (Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Cuernavaca, México2003).

[2] Aurora Egido, Las Caras De La Prudencia Y Baltasar Gracián (Editorial Castalia S.A., 2000), 70.

[3] En este sentido se manifestó Pessoa al afirmar: “La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”.  Evan Parker  comentando la última fase creativa de John Coltrane presenta una segunda metáfora sobre la metáfora, esta vez en boca de Don Cherry. Según cuenta Evan Parker, estando de viaje Don Cherry, sus hijos le preguntan “¿Cuándo vamos a llegar”?, a lo que Don responde “ya estamos allí”. Evan Parker, "Coltrane," in Jazz Em Agosto (Lisbon, Portugal2006). Accesible en: http://www.pointofdeparture.org/PoD9/PoD9EvanParker.html.

Lugar:
Medialab-Prado · Plaza de las Letras, C/ Alameda, 15 Madrid

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La actividad está finalizada
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