Medialabs en tiempo prestado

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Medialabs en tiempo prestado from Medialab-Prado

 

"Y ahora ¿qué más?" 
Origen y epílogo de la filosofía 
Ortega y Gasset

“No existen «obras de arte». Existen un trabajo y unas prácticas que podemos denominar artísticas. Tienen que ver con la producción significante, afectiva y cultural, y juegan papeles específicos en relación a los sujetos de experiencia. Pero no tienen que ver con la producción de objetos particulares, sino únicamente con la impulsión pública de ciertos efectos circulatorios: efectos de significado, efectos simbólicos, efectos intensivos, afectivos …”
Redefinición de las prácticas artísticas s.21 (LSA47)
La Société Anonyme 

 

Desde su apertura en 1997, y desde la particularidad de provenir de la iniciativa de una asociación profesional de artistas visuales, el proyecto Hangar ha ido transitando por algunos lugares comunes de la taxonomía de las infraestructuras culturales (industria, fábrica, laboratorio,...) siempre con los mismos objetivos: facilitar el acceso de los artistas a espacios de trabajo, herramientas y recursos materiales o técnicos, y aportar un contexto de experimentación, investigación y de libre transferencia de conocimiento.

En ese transcurrir, Hangar ha ido sumado capas de atributos que lo han ido perfilando como un lugar esencialmente permeable y rápidamente adaptable en sus servicios y mecanismos a las diversas prácticas artísticas, cuya existencia responde a ofrecer una amplia condición de posibilidad del trabajo de los artistas. Conceptualmente marcado desde mediados de la década de los 2000 por una filosofía de trabajo en código abierto, percibe el acceso a las herramientas de producción como una de sus prioridades, vinculándose a los entornos más experimentales de la producción cultural en un compromiso claro con el espacio de ensayo artístico.

Hangar puede ser interpretado así como un síntoma -que no paradigma- del recorrido de la producción artística de las últimas décadas, a lo largo de las cuales se han producido grandes desplazamientos reales y simbólicos sobre cuál es el objeto de la producción cultural, y de cómo y desde dónde se construye ese objeto. Por este camino hemos visto cómo la representación de imaginarios desalojaba el legitimador display institucional del museo; cómo se movía el foco sobre los objetos al lugar de la producción de los mismos, y cómo aquellos mutaban al ritmo de la economía inmaterial hacia lo intangible. Y desde ahí, los artefactos artísticos, acoplándose a las tecnologías mediales y a las ciencias, y vinculándose a lo procesual, han ido ocupado progresivamente la zona del laboratorio, ofreciendo acceso al despiece de la herramienta, al desarrollo de su mecánica, al análisis del mecanismo y también y en consecuencia, a la revisión de las condiciones de producción de las tecnologías, de su narrativa y del destino de sus artilugios.

En este trayecto, para lo tangible y lo intangible, las prácticas artísticas contemporáneas han ido conformando en Hangar un espacio muy propio, un lugar no preceptivo en el que se redefinen códigos y procesos memorizados y asumidos: todo tipo de códigos y todo tipo de procesos. Queriendo situarse más allá de un laboratorio controlado y normativo, más allá de la fábrica productiva, más allá de la vitrina magnificadora, Hangar es un lugar cuya dinámica opera desde la distribución de los mecanismos antes que la concentración de los mismos; desde el desensamblaje de los procesos, de las cosas y de las herramientas; desde el entendimiento que el objeto es prototipo y también artefacto significante; y desde la interrogación constante a los modelos productivos y las estructuras en donde se insertan.

La reciente inclusión nominativa específica de lugar de experimentación y la investigación- desde la propia especificidad artística y desde el cruce con otras disciplinas y sectores-, ha respondido a una voluntad de construir un espacio desde el que vincular a universidades y centros de investigación y desarrollo tecnológico o científico, a comunidades de makers y fabbers, a artistas individuales y colectivos. Un lugar de encuentros y confrontaciones, en donde la contaminación entre individuos y disciplinas es fundamental para la generación de conocimiento, un lugar entremedio destinado al experimento, hábitat dinámico, mediador y borroso, listo para la transgresión de lo consensuado pero pensado para compartir. Su propia estructura organizativa y los procedimientos por los que se ajusta a las prácticas artísticas y culturales le permiten trabajar en esta lógica, pero también lo hacen más susceptible a la fragilidad de las comunidades que aloja y a la mutabilidad de las tecnologías que se acoplan, colocándolo constantemente en una temporalidad prestada.

Más que la definición de lo que es y del lugar que ocupa en una reflexión sobre los MediaLab en el estado español, la posible aportación de proyectos como Hangar es su deseable capacidad de, en primer lugar, romper consensos generales sobre cómo, por qué, y a quien competen la construcción de artefactos o la obtención de conocimiento; y en segundo lugar, fracturar la cadena de valor como metáfora que nos hace entender el proceso de las producciones culturales de forma consecutiva y lineal, y por tanto jerárquica. Quizás se podría empezar a entender este proceso como una matriz de valores en lugar de un continuo de eslabones. Una matriz en la que interfieren los objetos, las herramientas y las tecnologías que los construyen, pero también las comunidades, los agentes y las agencias, y las relaciones productivas y reproductivas que se establecen. Conceptos como híbrido, periferia, inestable, rizoma, desplazamiento, comunidad, distribución... definen hoy más las funciones de los Medialab que las tecnologías de las que se ocupan. El análisis sobre esta matriz y las preguntas que de ello se deriven acaso faciliten la construcción de la futura narrativa de estos lugares.

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