Son o no son. Notas sobre estandarización y desobediencia.

¿Cómo los procesos de estandarización y normalización —estigmatizados por algunos discursos intelectuales—pueden, paradójicamente, funcionar como vectores de consolidación y expansión de prácticas vernáculas, ideas y tácticas cotidianas?

Es de sentido común pensar que “la norma” y “el estándar” —como vectores de los procesos de globalización—debilitan las producciones locales, los hábitos de consumo y los imaginarios populares. Estas notas se erigen en oposición a dicho supuesto, y buscan estructurar el argumento de que los elementos de una cultura material, con un alto grado de normalización— e incluso el más insignificante objeto estandarizado de esa cultura—, pueden, bajo situaciones de urgencia, convertirse en recursos detonantes capaces de iniciar y propagar una revolución material y cultural. Las producciones familiares en Cuba, durante la crisis de los años 90’, fueron radicalizadas por la presencia de muchos objetos estandarizados que eran suministrados por la participación e intercambios de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Como todos en la isla teníamos los mismos objetos, los conocimientos sobre como repararlos y reusarlos devino un substrato común. Un movimiento productivo familiar encontró en la gramática de la norma los códigos para su refundación y expansión. Dimensiones, superficies y formas estandarizadas lubricaron los mecanismos del imaginario popular. 

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